Ramón María del Valle-Inclán

Ramón María del Valle-Inclán (1866- 1936), escritor bohemio, legendario y extravagante, es una de las personalidades más singulares de nuestra literatura. Su adscripción a la generación del 98 es discutible. Se dio a conocer en el mundo de las letras con una serie de obras de estética modernista, luego recogió algunos rasgos del grupo del 98, para iniciar a continuación un proceso de transformación en el que sustituyó el refinamiento modernista por un estilo más grotesco, con indudable intención crítica, que nos presenta una realidad exageradamente deformada: el esperpento.

Su verdadero nombre era Ramón del Valle Peña y nació en Villanueva de Arosa (Pontevedra). Estudió derecho en Santiago de Compostela y vivió una larga temporada en México. A partir de 1895, se instaló en Madrid, donde pronto alcanzó notoriedad, tanto por sus escritos como por sus excentricidades en su vida, inconformista y bohemia, y en su indumentaria, extravagante y antiburguesa. Políticamente, evidenció su disconformidad con el gobierno de Primo de Rivera, lo cual le ocasionó varias visitas a la Dirección General de Seguridad. Al contrario de sus compañeros de generación, su trayectoria política se fue haciendo cada vez más radical.

Realizó varios viajes por el extranjero y durante la República fue nombrado director de la Escuela de Bellas Artes de Roma. Regresó enfermo a España y falleció en Santiago de Compostela. Dejó una extensa obra literaria que comprende poesía, teatro y novela.

Obra de Valle-Inclán

Las primeras novelas que publicó fueron las Sonatas (1902-1905), cuatro relatos breves protagonizados por el marqués de Bradomín, un don Juan del siglo XIX. En ellas se aprecian rasgos modernistas, pero ya contienen algunos elementos esperpénticos. Luego escribió La guerra carlista (1908-1909), una trilogía que refleja la miseria y brutalidad de las guerras fratricidas, y El ruedo ibérico (1927-1958), trilogía en la que satiriza con óptica esperpéntica la vida española. Tirano Banderas (1926) es también una historia esperpéntica, localizada en un país suramericano, que denuncia la tiranía y la degradación del ser humano.

Su poesía es lo menos importante de su obra literaria, aunque tiene un interés no desdeñable: en Aromas de leyenda (1907) adopta la estética modernista; La pipa de kif (1919) presenta ya rasgos grotescos más próximos a la técnica del esperpento.

Como dramaturgo, uno de los más originales del siglo XX, siguió la misma trayectoria que en el resto de su producción, desde el estilo modernista de Cenizas (1899), Cuento de abril (1909) y Voces de gesta (1912) hasta el esperpento de las Comedias bárbaras (1907-1922), trilogía localizada en Galicia, Divinas palabras (1920), Luces de bohemia (1920) y Martes de Carnaval (1921-1927), otra trilogía en la que satiriza el militarismo y el falso patriotismo.

La obra literaria de Valle-Inclán presenta dos facetas. La modernista se recrea en ambientes refinados y decadentes y desarrolla un lenguaje estilizado, colorista y musical. En cambio, la esperpéntica hace alarde de un humor grotesco, mediante el cual personajes y situaciones son exageradamente deformados.

Los principales rasgos del esperpento son: la deformación sistemática de la realidad; la utilización de lo grotesco como forma de expresión; la caricaturización mediante el zoomorfismo de los personajes humanos y el antropomorfismo de los animales; la omnipresencia de la muerte, y un muy singular uso del lenguaje, resultado de la mezcla de cultismos, léxico coloquial gallego, americanismos, madrileñismos, caló y jerga del hampa.

Según algunos críticos, el esperpento de Valle-Inclán, cuyo valor y oríginalidad son indiscutibles, no surge como algo individual y aislado, sino que posee una larga tradición que adopta en cada época una forma propia: la novela picaresca, Quevedo, los sainetes... En el marco contemporáneo, puede hermanarse con el expresionismo alemán, el futurismo italiano y el dadaísmo francés.